Quiero daros las
gracias por el apoyo que he recibido, por contar vuestras experiencias, por estar ahí. Vuestros comentarios me han hecho reflexionar y, como decían en uno de ellos, salgo con la cabeza más clara; pero sobre todo con el alma tranquila.
¿Desencantada o desenganchada? Creo que la respuesta es
liberada. Sentía la danza como dominadora, agobiante, no como amiga. Ya no necesito ir a todos los intensivos que encuentre, a todos los espectáculos, tener ansiedad porque no puedo practicar en casa, decepcionarme porque un día en clase no me salen las cosas, porque mis sueños (¿implantados?) están cada vez más lejos...
Pero creo que en todo esto hay 2 partes: la danza como mi afición y la danza como el negocio de otros gracias a mi afición.
Recuerdo cuando iba a clases de bailes latinos: el profe nos conseguía invitaciones para entrar a
O'Zona, el templo de la salsa hace unos años. El objetivo era aprender, practicar, pero sobre todo, pasarlo bien. Hicimos un fin de curso gratuito, no comprábamos vestuario, tuvimos una
masterclass sin aumento de precio en la mensualidad,... Eran otros tiempos.
O acaso era que el profe sabía que era nuestra
afición y no nos enseñaba como si fuéramos a ser profesionales.
Pero lo que veo de la danza oriental ahora mismo es que es un negocio. Te venden ropa, espectáculos, talleres, accesorios, festivales, etc. Entras en una vorágine que te anima a ser profesional, cuando ni siquiera lo pretendías cuando empezaste las clases pero te planteas ¿por qué no?
Y estoy empezando a ver en otros bailes de aficionados el despliegue de medios para el negocio que ha tenido la danza árabe. La danza bollywood, por ejemplo, empieza a ponerse de moda. Y seguro que dentro de un año tendremos a nuestra disposición toda clase de accesorios, espectáculos, trajes, clases maestras, dvds, cds, etc ¡que no podemos dejar escapar!
¿O tal vez "la culpa" sea nuestra?